Román Piña Valls (Palma de Mallorca, 1966) es profesor de lenguas clásicas, columnista de opinión, novelista y poeta. Responsable de la revista La bolsa de pipas y de la editorial Sloper. Entre sus obras podemos destacar Viaje por las ramas, divagando por la Stiria austriaca (2004); Gólgota con el que obtuvo el Premio Camilo José Cela Ciudad de Palma 2005. Junto a Juan Dalmau ha publicado La mala puta. Réquiem por la literatura española (2014).
A la luz del recuerdo y el detalle, Piña Valls nos acerca, entre otros temas, al calor humano, a su esencia, a lo que erige y fortalece sus características únicas: La madera que sigue respirando / le habla del calor de los amigos. Estos preciosos versos cierran “La txapela de Ramiro Pinilla”, un poema con el que el poeta con sumo cuidado y cariño en sus palabras aborda el declive y final del escritor vasco.
Con la misma melancolía nos adentra en el mundo de la música en “El acordeón de Julieta Venegas”. El poeta parece querer sentir ese mismo amor que la cantante le entrega a su acordeón: como un latido más sobre tu pecho.
Todos estos trofeos efímeros pueden resumirse en un sólo verso que quizá pase desapercibido: La nostalgia murmura […] (del poema “El pastillero de Whitney Houston”).
Los poemas de Román Piña Valls están caracterizados por la frescura y el desenfado. Buena muestra de ello es el poema “La silla de Superman” dándole un toque de humor a la enfermedad de la tetraplejia: Cuando nos despedimos le envío un gran abrazo / pero cuelgo el teléfono turbado. / ¿Cómo se abraza a un tetrapléjico? A nuestro parecer el mallorquín emplea las palabras en la composición con una brillante inteligencia: el sarcasmo y la ironía, tan bien empleados, están presentes en algunos de sus poemas ofreciendo ese punto de humor al que hacíamos referencia.
El poeta sabe cerrar muy bien los poemas pues en la mayoría da un vuelco al tono y convierte esa frescura en seriedad. Como si de una historia de miedo se tratase sabe perfectamente llevarnos por ese jardín florido donde cantan los pájaros y reluce el sol para, de repente, aparecer en un bosque infernal donde darnos cuenta realmente del significado de todo lo anterior: Ni siquiera de espaldas a la vida / consigo convocar las balas que me deben.
Es una poesía que desea no dejar indiferente a nadie. No busca el aplauso o el beneplácito del lector. Más bien diríamos que a veces quiere incomodarlo, enfadarlo, inquietarlo, sacarlo de su zona de confort para crear en él una reacción.
Más que un diálogo, lo que viene siendo el alma de la poesía, Piña Valls quiere que nos rebelemos, que despojemos de la oscuridad a nuestros pensamientos, que nos demos a conocer sin que nos importen las valoraciones de los demás: En este gran silencio descubro pues que hay vida / más allá de la muerte, pero que ya no hay Dios. / Dios era el más perfecto invento de los hombres. / Ahora entiendo: es el hombre lo que nunca ha existido.
EL PURO DE GROUCHO
En cuanto me levanto me afeito con navaja
para poder pintarme un bigote tupido.
Me zafo de los brazos de todas las mujeres
porque quiero ser libre para volver a ellos.
Por las noches agoto muecas de atormentado
para reír a gusto durante todo el día.
Y no soy yo quien habla con tanta desvergüenza:
el ventrílocuo Harpo me maneja en la sombra.
Con los ojos en blanco y las cejas arqueadas
podrían confundirme con un santo de altar,
de no ser por el puro que cuelga de mi boca.
Si la gente supiera cuánto he de superarme
para disimular que no soy ingenioso.